La tierra que habitamos es un error,
una incompetente parodia.
Los espejos y la paternidad son abominables,
porque la multiplican y afirman.
El asco es la virtud fundamental.

Jorge Luis Borges
“Historia universal de la infamia”






el señor A., rentista, sueña con un mundo mejor




-Sin negros, ¿viste?




la doctora B., jueza de paz, se queja a su coiffeur


En el cantri ya no se puede vivir:
la muchacha me saquea el fríser
al nene me lo discriminan en la facultad
(cantri-boi, le dicen, como el tema de los bitles,
¿te acordás?)
el rot-uailer -bendito sea- mordió a mi suegra
al vigilante hay que vigilarlo
-a mi marido también -
no consigo un jardinero como la gente
mi vecina amaneció con cinco tiros en la nuca

¿no te parece que este corte me hace más vieja?



la señora C., agente inmobiliaria,
presiente que la venta se le está por complicar



-Como pueden ver la vista
es preciosa…
Robles de ¡o-chen –ta- a -ños!

Por allá están las seis canchas de tenis,
la pista de atletismo,
el campo de golf,
el papi - fútbol
el lago artificial para kite y windsurf
las seis canchas de paddle
las caballerizas, la cancha de po…
-…
-¿Eh? No, no hay ni cine ni teatro.
Biblioteca tampoco. ¿Por?



la señorita D., mucama, hace planes románticos


ahora que la patrona se fue de viaje
voy a prepararle una rica comida al señor
-capaz que hasta le haga sopita paraguaya-
le voy a usar un poco del perfume a la patrona
y esas bombachitas negras, chiquitas
así le doy una sorpresa al señor
y se pone contento
y le voy a pedir platita
para traer a mi hermana de Asunción
y le voy a decir que me regale ese osito de peluche
y que me de franco los domingos
así puedo pasear con ella
y que venga a mi pieza
y que me dé besos suavecitos
y que se quede toda la noche
y que me hable bajito
y que me hable rico
como él sabe hablar
y que por favor que por atrás no
que duele




el coronel E., hombre previsor, practica frente al espejo


corta el aire de dos sablazos
saluda
se cuadra
dice sucio trapo rojo
dice sinarquía
dice judío roñoso
dice caos
dice anarquía
dice noche y niebla
dice aniquilación
dice vengo a traer la paz
el orden y el progreso

pero antes dunga dunga



el padre F., consejero espiritual, tiene pesadillas


el secreto de confesión lo tiene a mal traer
ego te absolvo
le dice al financista
al militar retirado
al abogado
al importador
a la diputada
al juez
al comisario
a esa señora que parece tan de su casa

ego te absolvo
les dice a todos

pero por las noche sueña
que el Señor baja de la cruz
y le dice
Yo no
y entonces el Señor
extiende las manos ensangrentadas
y le retuerce el pescuezo
como a una gallina enferma.

gracias a dios,
-suspira el curita, ya despierto-
Dios no existe.



el niño G., almita inocente , no puede dormir


no saca los ojos de la puerta entornada
vigila los zapatos
el agua y el pasto
la cartita en letras mayúsculas

SENIORES RELLES MAGOS DOS PUNTOS
ME PORTE MUI VIEN
CIERO UN MP3 COMO EL DE

el sueño que casi lo vence

cuando clipiticlop en el pasillo

papel de regalo que cruje

mucama en puntillas
poniendo paquete primoroso
sobre los zapatitos
mucama que se retira
otra vez en puntillas
sin escuchar
el llanto del niño
que se ahoga bajo la colcha
porque ahora sabe
que los reyes no son los padres.



el señor H., filósofo de derechas, reflexiona honestamente


mira por la ventana del Club House y ve:

ve los juegos pacíficos de los niños
las mamás rubias
los papás bronceados
las casas amplias y llenas de sol
los bebés gateando en los jardines
los vecinos que se saludan sonrientes
los perros gordos y adormecidos
los bellos adolescentes envueltos en nubes
de música y poesía inglesa

paz y belleza
paz y belleza
sólo paz y belleza

de este lado de las púas.

Nos lo hemos robado todo.
-se dice apurando el trago-

Todo.

Hasta la utopía.



el adolescente I., angry young man, redecora interiores


geografía de la velocidad y de la fragmentación:

un jarrón de porcelana de sèvres se estrella
contra un espejo de luna veneciana del siglo XVIII
mientras
una copa de cristal de praga
vuela hacia un jarrón de pekín
mientras
una mont blanc comprada en parís
se clava en la oreja de un martínfierro de castagnino
mientras
una alfombra tejida por un derviche de bokhara
embébese de pis oloroso a heineken y a speed
y después
un clavicordio vienés se sumerge mudo para siempre
en la piscina revestida de mayólicas italianas
apenas
glub
y
glub
y después

nada

silencio

el jadeo de los pulmones

calmarse y a
buscar otra casa vacía

No es culpa mía – parece decir I.
con sus movimientos de comadreja
hiperexcitada -
que en este mundo cerrado
haya tantas puertas abiertas.




don J., viejito alegre y un tanto procaz,
toca el acordeón para su vecina

Los dedos dibujan firuletes
sobre el sexo del acordeón
mientras la rubia sesentona
-un poco demasiado flaca-
lo mira con pasión de entomóloga
por encima de los ligustros
antes de denunciarlo
por ruidos molestos
y atentado a la moral.

-Sei bella, ma va fan’culo - dice el galán
y después sigue con su vida:

caminar sonámbulo hasta la heladera
para acabar con i fungi e la sopresata,
cantar santaluchía
para que sabrosos tomates clandestinos
maduren con este último sol,
bailar funámbulo sobre los nervios
que su nuera tiende todos los días
de pared a pared,
y, básicamente,
cagarse en todo:
él no pidió que lo trajeran a este mundo
en donde todos lo tratan de Usted.

De noche extraña a los viejos vecinos.




el señor K., comerciante, tiene un despertar difícil


de espaldas en la cama,
mira sin comprender
la escasez de extremidades que lo aflige:
apenas cuatro
blancas y fofas:
¿dónde están sus patitas
negras
ágiles
quitinosas?
el miedo le da el envión
para saltar de la cama
e intentar escabullirse debajo de la cómoda

el golpazo lo atonta
se lleva la pata blanca y fofa a la trompa

¿pero dónde está su trompita de succionar basura?
¿qué es esa rajadura que está en su lugar?
¿una herida?

sin darse cuenta se yergue sobre las patas traseras
la altura le da mareos
sale a los tropezones de la habitación

de abajo vienen voces
palabras que no necesita entender para odiarlas
olores nauseabundos

abajo está la familia:
padre, madre, esposa, hijos, hermana, cuñado
cada uno con sus seis patitas
cada uno con su lustroso caparazón negro

el señor K. vuelve a la habitación
sin un solo ruido
se acuesta
y llora sus primeras lágrimas.




la licenciada L., profesional judía otrora de izquierdas,
entra en el túnel del tiempo


le rechazan la solicitud de ingreso
sin demasiadas explicaciones

-estamos seguros de que encontrará un lugar adecuado
para usted y su familia- dice el administrador con una sonrisa
que se curva en la palabra “adecuado”

la licenciada L. siente un sabor extraño en la boca

el aire se le ha espesado alrededor
se le ha vuelto aceitoso
como el humo de la grasa quemada
que tanto placía al Señor de los Ejércitos
en aquellos tiempos bíblicos en los que nunca creyó.

Sabe que ha llenado satisfactoriamente
todos los casilleros menos uno

justamente el que dice “Religión”

Tendría que haber mentido- se dice
mientras atraviesa el alambrado coronado de púas
los portones de hierro
la caseta de cemento con su guardia armado

y no se atreve a echar una última mirada
atrás.



el señor Ll., periodista, emite su opinión frente al piquete que lo detiene en su camino al hogar donde espera disfrutar de un merecido descanso:


- Negros de mierda.




el señor M., famoso ex futbolista, amenaza con el puño izquierdo en alto

ha movido influencias
ha intentado seducir
ha amenazado con escándalo mediático
ha puteado
ha suplicado
y nada:

ninguno de los propietarios del country
aprueba su solicitud de ingreso

ahora levanta el puño
muestra el tatuaje
y escupe:

piojos resucitados

ya van a ver
cuando los agarre fidel.




la señora N., ama de casa, espera visitas


camina la casa
-una vibración de legítimo perfume francés
la sigue como perro en celo-

cierra la puertas de las habitaciones vacías
baila con el perchero de cedro
una canción de juventud
que ya no entiende

desnuda frente al espejo
su cuerpo de violoncelo

hace sonar todas sus cuerdas

recorre la penúltima,
la más grave,
frente a la ventana abierta

pide bajito que alguien venga
que rompa los cristales blindados
que entre sin permiso, sin misericordia
que la coja
o que la mate

le da igual




el señor Ñ., guardia novato, recorre el alambrado


desliza plic,
su garrote plic,
por la malla plic,
de alambre, plic, plic, plic

cuenta los postes de cemento
los imagina puestos
uno encima del otro:
¿llegarán hasta la luna?

Saca la nueve milímetros
la lustra contra el pantalón
la hace girar sobre el dedo índice
le apunta a un farol
pum hace con la boca
y se ríe
y le brilla el diente de oro
recién estrenado.

El señor Ñ está muy contento
con su trabajo nuevo
- allá en el Chaco no se podía más-
dice bajito mirando al norte
a través de los alambres.

No muy lejos
unas casitas de cartón y chapa
brillan bajo la luna
como los últimos dientes
de una boca enferma

que se ríe de qué.




el Dr. O., prestigioso economista de Harvard,
finaliza su explicación del efecto derrame


(mediante presentación de Microsoft Power Point)



-… y por los siglos de los siglos, amén.

(Fervorosos aplausos)




el ingeniero P., alto funcionario de obras públicas,
la hace corta


- con el diez no tengo ni para empezar
la cosa es el treinta por ciento o nada
¿capisce?

mozo, para mí un chivas
¿pagás vos?




la señora Q., cocinera, extraña los guisos carreros


es que en esta casa están todos tan flacos
con esas patitas de guanaco como los que había en Cutral-có
y los mismos cogotes largos
y la misma mirada así, como desde arriba,
- eso sí, una no los ve andar escupiendo por ahí-

y esa guanaca que insiste con que cuente
las calorías, que son esos números tan chiquitos
que traen lo paquetes
y a mí que la vista no me da
y la cabeza menos
-nunca fui buena para los números-

menos calorías
menos calorías, Arminda
me dice

yo no sé que tienen de malo las calorías

si no hay nada más lindo
que el calor

Y nunca un guisito
y nunca una buena polenta
nunca nada

piel y huesos voy a quedar




el señor R., ladrón sensible, muere por amor al arte


nada le gusta más que el aire de una casa a oscuras
cortado en dos por la luz de la linterna

por ese fulgor se mueve, camina
como gato
como cisne siguiendo el caminito de la luna

el scruche viene fácil

la casa vacía
estuche de terciopelo azul
se abre en silencio
y le regala todas sus joyas

ya viene reculando, bolsa al hombro, cuando la ve

ella lo mira con ojos tristes
por encima de un hombro
que parece de arena impalpable

con los dedos de la linterna acaricia
el pelo corto y rojo
la espalda que se abre como un delta y fluye
en las nalgas y los muslos de hembra poderosa
y otra vez los ojos tristes
otra vez los ojos que llaman
y esa boca

quién será este modigliani
se pregunta, celoso

el ruido que hace la bolsa al deslizarse
tapa el clic de la Luger de colección
que dispara tres veces
manchando el cuadro de rojo

qué lástima, alcanza a pensar
mientras se derrumba

Ya sabía, antes de abrir el estuche,
si el brillo era puro o era shomería
ojo de joyero, palabra de scruche,
pero de mujeres ni diome sabía... (1)


(1) “Cumplido”. Letra y música de Enrique Cadícamo





Snoopy, perrito faldero, vive sus últimos minutos


olisquea el tacho de basura
lo vuelca
muerde un tampón
corretea un aberrojo
gruñe a las ruedas de una mitsubishi
hace pis
se lame el culo
ladra con voz finita
persigue a una pitbull en edad de merecer
-ah, ese aroma-
la alcanza
salta infructuoso
juguetea
le ladra a las tetas
tira tarascones felices
-buen perrito garronero-

tan feliz el perro chico
que casi no siente
los dientes
cerrándose
sobre el cogote:

la colita le dice
sí al mundo
por última vez

y cruc

se come el garrón.




la señora T., anciana creyente, revisa sus convicciones religiosas


desde atrás de una cortina
espía a su hijo que habla por teléfono

escucha sus órdenes rasposas
sus ahora mismo
sus ése no me va a joder más

y esa risa de lobo malparido

entonces la señora T.
hace un gesto como de arrancarse la entraña
mientras piensa
que hasta dónde el aborto
es un pecado mortal.




la señora U., Licenciada en Psicología,
visita una muestra fotográfica


de unos franchutes locos
que anduvieron por el sur
sacando fotos en un pantano
y que, créase o no, se llaman
Simone y Jean Paul.

Avanza cuadro a cuadro

se detiene un instante
ante los reflejos del cielo
sobre el agua estancada,

las sombras de las ramas
veteando los colchones de hojas muertas,

las burbujas de gas metano
explotando frente a sus ojos,

y, largamente, frente
a unas hojas doradas, resplandecientes,
que han sido puestas sobre el agua quieta
como por la mano de un dios.

Bello, muy bello- le dice a un conocido
que está mirando el mismo cuadro.

el hombre levanta un dedo
y señala algo que emerge por debajo del agua:
algo como una criatura de barro,
informe y asquerosa
que es la que realmente está sosteniendo las hojas.

-Sí, muy bello, hasta que ves lo que está surgiendo de abajo.
dice el tipo.

La licenciada U. se acerca mucho al hombre
y susurra con su voz perfumada:
-Te voy a decir un secreto: no hay remedio.
No hay remedio. No hay remedio.

Sólo nos queda elegir las hojas doradas.




el señor V., plomero, filosofa estoicamente


mete la mano en la cloaca
y saca,
entre puñados de excremento,
pitutos diversos que impiden
el normal desagote
de los habitantes de la casa:
toallitas
sonajeros
dentaduras postizas
raviolitos de nylon
balas del treinta y ocho

mierda de rico
mierda de pobre
-dice sin asco-
todo es la misma mierda

pero acá se cobra el doble.




míster W., agregado cultural, dicta su informe


son parecidos a nosotros y a la vez muy diferentes:

cultos
elegantes
religiosos sin ser fanáticos
deportistas
gente de mundo
aprecian el arte y la buena comida
tienen un nítido sentido de pertenencia social
prefieren un buen arreglo a una disputa
-los negocios y la política se conversan after dinner-
son graciosos
amigables
afectuosos
calculadores
ambiciosos
de muy pocos escrúpulos
y

(fuckin’argies)

uno nunca sabe qué están pensando en realidad:

dios no permita
que alguna vez dominen el mundo





el señor X., espía estatal, no puede con su genio:


ni siquiera el domingo
descansa de su tarea de hormiguita previsora
en este mundo de cigarras felices

mientras pasea por las callecitas
y por el césped verde inglés
recoge datos
anota conversaciones
clasifica gestos
graba rostros
registra visitas equívocas
se asoma a una que otra pelea matrimonial

la información vale oro
se dice satisfecho
mientras sigue caminando
con todas sus patas




La señorita Y., joven despreocupada, descubre que no nació de un repollo


en este momento siente
que se han muerto todas las cigüeñas del mundo
y que los repollos tienen un sabor muy amargo
y que a los bebés no los traen de París
(los bebés, descubre, a lo sumo desaparecen
en el Centro Piloto de París)

en este momento está mirando una foto
en un pedazo de diario arrugado
que trajo el viento
hasta su jardín

¿o no fue el viento?

el diario trae una foto
en la foto, nítido, su propio rostro
pero peinado a la moda de los setenta
y abajo
una fecha
y más abajo aún
ni olvido ni perdón
juicio y castigo a los culpables

la señorita Y. corre ahora
embistiendo la carne de la noche

deja atrás la casa
el césped verde inglés
se arranca las ropas
hasta quedar desnuda
como un bebé malparido
que llora
y que grita

y que quiere ser nadie.




el señor Z., escritor provinciano,
imagina una novela que, espera,
le traiga escándalo, fama y fortuna


esto va a estar rebuenísimo -se relame
mientras toma del pico un vino medio pelo-

algo que mezcle lo mejor y lo peor del cine noire
con la comedieta costumbrista

crudo y brutal realismo
con un touch surreal
y un poco de salsita naïve

una buena dosis de ruda prosa
con dos o tres pinceladas de poesía
- pour la galerie-

un par de lugares comunes
salpicados aquí y acullá
para entretener a la gilada
- a favor y en contra-

y sexo y sangre y violencia
y famosos con el agua hasta el cuello
y crítica social bien cool
- mirada brechtianamente distante-
cóctel posmoderno: no puede fallar

ah! y todo sucede en un country

Y se duerme feliz, pobrecito.

Sueña con una vida mejor:
casita en el prado
mujercita rubia y polentona
cachorros humanos y de los otros
triscando por el césped verde inglés

No sabe, almita de dios,
que con esa pinta de obreracho,
de plantígrado disidente,
de primate recién caído de la palmera
de pobretón esforzado, en fin,
jamás de los jamases lo aceptarían
en esos lugares
donde vive la gente como uno.



Puerto Madryn
Mayo – octubre de 2007